Aunque en los últimos años se han registrado inviernos lluviosos en varias regiones del país, especialistas advierten que no se trata del fin de la megasequía en Chile, sino apenas de un paréntesis. En algunos ecosistemas, las precipitaciones recientes no han sido suficientes para revertir el daño acumulado por más de una década de déficit hídrico.
Uno de los más afectados es el bosque esclerófilo, ecosistema nativo del centro del país, donde especies tradicionales como el peumo, el litre y el quillay presentan un preocupante deterioro. El fenómeno, conocido por los científicos como “browning” o “pardeamiento”, se manifiesta en la pérdida de follaje, debilitamiento general de los árboles y, en muchos casos, su muerte en grandes extensiones de territorio.
“Las especies arbóreas más dañadas han sido el quillay, con alta mortalidad de individuos adultos; el peumo y el litre, con pérdida masiva de follaje; y otras asociadas a condiciones de alta humedad, como la patagua y el lingue, muchas veces con alta mortalidad también”, señala Marcelo Miranda, académico de la Facultad de Agronomía y Sistemas Naturales de la Universidad Católica.
Según el experto, el causante de esta situación no es otro que el cambio climático, que en la zona central de Chile ha intensificado fenómenos extremos como las sequías prolongadas y las olas de calor. Estos factores han agravado el estrés hídrico en los bosques nativos, dejando secuelas visibles pese al repunte de lluvias recientes.
El bosque esclerófilo, caracterizado por su vegetación de hojas duras y adaptadas a la escasez de agua, es clave para la biodiversidad del país y también cumple funciones ecológicas fundamentales, como la captura de carbono y la conservación de suelos. Su deterioro pone en alerta a científicos y conservacionistas.